Teo Aparicio-Barberán, compositor y director, participará en la Mesa Redonda titulada: Programación de temporada y selección de repertorio para mi banda
(ver sección Mesas Redondas- click aqui-)
A continuación, una guía sobre los planteamientos que expondrá Teo Aparicio-Barberán en su intervención:
Programar con coherencia.
Música original sí,
repertorio universal también.
Teo Aparicio-Barberán
(Compositor y director).-
En realidad para analizar este planteamiento sería necesario
analizar con detenimiento una serie de
detalles que podrían convertir la lectura de este artículo en algo demasiado
tedioso. Nada más lejos de mi intención.
Históricamente las bandas de música suplieron en muchos países a las
orquestas sinfónicas que eran tan sólo patrimonio de unas pocas poblaciones
privilegiadas. A lo largo de muchas décadas se sucedieron las transcripciones
de obras escritas originariamente para un medio que poco tenía que ver con el
conjunto instrumental que las interpretaba. Es indudable el meritorio trabajo
de difusión que se realizó durante estos años. Muchas de las obras que hoy
forman parte del repertorio habitual en las orquestas sinfónicas se dieron a
conocer gracias a los ensembles de viento. Sin embargo, esta continua
“suplantación de personalidad” dejó impresa su huella en la mayoría de estas
formaciones. El trabajo de concertación, cuando se aborda una obra
originariamente escrita para orquesta, obliga a los directores a adoptar una
serie de medidas de ajuste y proporciones por razones obvias: Las densidades
resultantes en cualquiera de los pasajes de tutti
son muy distantes a las que se pueden alcanzar por medio de un medio sonoro
distinto como es la orquesta sinfónica. Problemas de tesitura irresolubles,
ataques y características tímbricas propias de la orquesta, contrastes
dinámicos, etc, son algunos de los inconvenientes mas usuales con los que nos
encontramos a la hora de abordar una transcripción.
Afortunadamente en la última década han proliferado los autores
que han dedicado parte de su producción a la música de banda. Además el público
ha comenzado a saber apreciar estas composiciones en toda su dimensión. No es
difícil comprender porqué el resultado artístico es muchísimo más interesante
desde el punto de vista crítico. Cada
instrumento explota sus particularidades expresivas, técnicas y acústicas sin
tener que “asemejarse” a otros.
También es evidente que, por otro lado, la calidad de muchos de
estos trabajos no se acerca ni de lejos al del repertorio orquestal de todos
los tiempos. Las posibilidades que han abierto los adelantos informáticos de la
última década han propiciado que sean muchos los “nuevos compositores” que se
aventuran en la creación de un sin fin de obras para banda que delatan, en
muchas ocasiones, la poca habilidad de sus autores. No obstante, la realidad es
que el catálogo existente en la actualidad es suficientemente amplio para que
los directores puedan elegir el perfil de la obra a interpretar, el nivel de
dificultad y el tipo de propuesta estética que pretende presentar al público.
Para ahondar en toda esta cuestión
deberíamos plantearnos quizá de qué estamos hablando cuando nos referimos a una
“banda sinfónica”.
La respuesta sería bien sencilla si nos refiriésemos a una orquesta. Su
plantilla está más o menos estandarizada y los compositores han sabido, a lo
largo del tiempo, referir su literatura musical a un grupo bien definido.
Cuando nos referimos a una “banda sinfónica” las posibilidades son
mucho más distantes. La primera razón es
que cada país ha ido adaptando la plantilla de sus bandas y conjuntos de viento
a la realidad social de cada zona y las necesidades de utilización. Por otro lado, y cuando nos referimos a un
conjunto profesional, estas plantillas vienen dadas, en ocasiones, por el
presupuesto del organismo oficial que los sustenta. Verdaderamente
es un serio problema que los compositores de los diferentes países no se
pongan de acuerdo en el tipo de ensemble
elegido. Posiblemente la solución venga dada por el proliferante mundo
editorial referente a la música de banda. En los últimos años hemos visto como
muchas editoriales europeas y americanas han ampliado enormemente su oferta de
este tipo de música. En su afán de abrir mercados sugieren a sus autores la
plantilla para la cual deben escribir. En la actualidad la disparidad en el
staff de las partituras es mínima y cualquier banda, sea cual sea el país de
procedencia, puede interpretar cualquier obra con la única objeción de que
corresponda al nivel adecuado del conjunto.
El “aspecto negativo” de esta
estandarización lo representa posiblemente la perdida de identidad de muchas
agrupaciones que dejarán de tener el sonido particular de su lugar de
procedencia. Los oyentes asiduos de certámenes internacionales habrán podido
comprobar como este hecho se ha dejado notar en las distintas audiciones.
La técnica de orquestación en la música de banda tiene una serie
de particularidades distintas a las de cualquier otro tipo de conjunto
instrumental. En la orquesta sinfónica
cada uno de los colores tímbricos son fácilmente destacables del resto porque
no interfieren con ninguno del resto, por decirlo de algún modo, las diferentes mixturas y sonoridades se
complementan sin provocar “confusiones sonoras”, sin embargo en la música de banda estas
combinaciones presentan muchos más problemas.
La razón de esto es atribuible a que en un conjunto de viento existe un
número mayor de sonoridades bien distintas que por otro lado son bastante
similares. Los momentos de “tutti” provocan más de un quebradero de cabeza a
los autores que ven como el sonido de conjunto, en ocasiones, es un tanto
confuso. Es por ello que si ya es
difícil en un principio orquestar para un gran conjunto de viento, más difícil
es re-orquestar una música que en principio fue diseñada para ser interpretada
por un colectivo bien distinto.
Por último, es necesario
tener en cuenta que las diferentes gradaciones de dificultad del repertorio no
son iguales en todos los países; por ejemplo una fórmula rítmica que puede
parecer muy compleja en Europa para un grado 2 puede ser realmente asequible en
Colombia o Venezuela, y la inclusión de dos voces de oboe en una partitura
europea o americana puede ser un serio problema en Noruega, etc…
Reflexionando detenidamente sobro todo esto, creo firmemente que las bandas deben interpretar, ante todo,
música original escrita para ellas, puesto que es en este tipo de repertorio
donde vamos a encontrar un resultado mucho más apropiado. Sin embargo y, pensando tan solo en el aspecto formativo de
los jóvenes interpretes que componen muchas de las bandas amateurs actuales,
también es importante darles una visión de las obras de repertorio universal
para orquesta que tanto han aportado a
nuestra cultura.